lunes, 8 de febrero de 2010

La Voluntaria entrega

Fernando Sánchez Aranaz

La “Voluntaria Entrega” es un hecho histórico que tiene hasta una calle dedicada en Vitoria-Gasteiz, pero del que no todo el mundo conoce su significado verdadero. Para unos se trata del pacto entre los alaveses y los castellanos, por el que los primeros se integraban en la monarquía castellana, para otros significa lo mismo, pero añadiendo la obstinación en negar la veracidad de tales hechos. Respecto a esto, resulta chocante observar como los defensores de la soberanía vasca, incluso con las armas en la mano, desde el carlismo al nacionalismo más extremo, han coincidido en hacer suya la versión histórica del enemigo, es decir, la unión pactada entre Vasconia y España, bien sea para reivindicarla, bien para denunciarla por incumplimiento de la parte española.


Sin embargo no hay tal desde ningún aspecto. La llamada “Voluntaria Entrega” es un hecho histórico fechado el año 1332, en tiempos del rey castellano Alfonso XI, por el que los señores alaveses coaligados en la Cofradía de Arriaga, traspasan al rey de Castilla el poder feudal que tenían sobre sus territorios, convirtiéndose éstos en realengo, a cambio de ciertas concesiones, la principal que todos los fijosdalgo de Álava quedasen por siempre libres de pechos, es decir, los señores alaveses conservaron sus privilegios fiscales a cambio de renunciar a la jurisdicción, que pasa al rey, aunque posteriormente, al albur de las circunstancias políticas, algunos señores volverían a recibir pueblos y territorios en señorío. Me viene a la memoria ahora aquella fantasmagórica agrupación política, felizmente desaparecida, denominada “Unidad Alavesa”, constituida en los años noventa del pasado siglo a base de tránsfugas del PP y del PSOE, con algún que otro incauto entre sus filas, quienes creían haber encontrado la fórmula para, sin dejar de ser españoles, ser alaveses sin necesidad de ser vascos. Pues bien, estos iluminados tenían a bien escenificar sus más preclaros actos políticos en la ermita de San Juan de Arriaga, donde los señores alaveses hacían sus juramentos, como sabemos al margen del pueblo. Por lo visto aquel era el modelo político de los autodenominados “alavesistas”.

No hay conquistan ni anexión sin connivencia de algún sector dirigente de los conquistados con los conquistadores. Navarra no ha sido una excepción.

Los señores vascones, algunos de los cuales eran descendientes de los possesores de época tardorromana, conforman una monarquía en la cual el rey era un primus inter pares. Podían tener propiedades, pero no la jurisdicción, que correspondía al reino. Por otra parte sus cargos de gobierno territorial, las tenencias, no eran hereditarios. En contraposición, el feudalismo era la columna vertebral de la estructura política del vecino reino de Castilla. Frente a las tenencias navarras, estaban los feudos castellanos, frente al derecho gótico el pirenaico. Todas las amputaciones territoriales del reino de los vascones, desde el siglo XI al XVI, se perpetran manipulando las ambiciones de los señores que quieren pasar de administradores a feudatarios.


Así fue en Araba el año 1200. La mayor parte de los señores de la llamada Cofradía de Arriaga, los más poderosos, no tuvieron empacho en cambiar su vasallaje político del rey de Navarra al feudal del de Castilla, ya que ello les suponía un significativo acrecentamiento de sus privilegios. Así toda Álava quedó como tierra de señorío, restando como territorios de realengo los de Vitoria, Bernedo, Antoñana y Treviño, que ya lo eran con el rey de Navarra, villas que, por cierto, presentaron grandísima resistencia a su conquista por los castellanos.


En 1332, poco antes de la denominada “voluntaria entrega”, Vitoria se hace, mediante una sentencia arbitral, con cuarenta y un aldeas, las “aldeas nuevas”, que completan el territorio de la Hermandad de Vitoria tal como la conoceremos posteriormente. La riqueza de una villa estribaba en su capacidad para recaudar tributos. Estos eran numerosos y, en su mayor parte, indirectos, como las alcabalas, que gravaban las operaciones de compra-venta. Los señores alaveses se dan cuenta de que su status nobiliario, que les privaba del ejercicio del comercio y del gobierno de las villas, era contraproducente para ellos y así se llega a su pacto con el rey, la “Voluntaria Entrega”. Muchos señores rurales se trasladan a vivir a Vitoria, aunque no abandonan la propiedad de sus tierras, adquirida en su mayor parte tras la conquista castellana, ni los títulos derivados de ellas, son los Iruña, Maturana, Eskibel, Álava, Adurza, entre otros. La irrupción de estos nuevos habitantes hidalgos, agrupados en el bando de los Calleja, creó conflictos con los antiguos, burgueses o villanos, protegidos por los Ayala, quienes no eran estrictu sensu alaveses, por lo que no habían pertenecido a la Cofradía de Arriaga, que se materializarán en las llamadas Guerras de Bandos, pero esa es otra historia.


Resumiendo, el Fuero, tenido por pacto entre la corona castellana y los vascos, no fue en realidad más que un acuerdo entre los señores y el rey para conservar sus privilegios. Más tarde, tras la relativa derrota de los parientes mayores a finales del siglo XV, el testigo del Fuero lo tomará la incipiente burguesía vascongada, que reinterpreta a su manera la historia con aquello de la nobleza universal. ¿Y el pueblo vasco? Bien gracias, hasta hace poco en situación de “no sabe, no contesta”, esa es la realidad de los famosos pactos con la corona, sustanciados siempre bajo la violencia militar.

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